AROMAS AMARTELADOS

de historias que afilan las madrugadas

viernes, 20 de noviembre de 2009


El hombre -ave extendía el vuelo desde la colina donde los magos blancos cazan escurridizas azucenas. Las piedras murmuran pero nadie les cree, giraba y giraba el ave, hoja dentada, hoja de otoño, bonsay de selvas crecidas; abajo la yerba buena es la mano de Dios, el cielo es semilla sembrando lagunas y mártires. El ave caía tan rapido que pensó que volaba. El viento como genio malo lo empuja, y el cielo se le queda en los hombros. Hoy no hay milagros, y mañana ya no harán falta.

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