Se pavoneaba el faldero pavorreal, iridiscente Don Juan, esmerilado casanova que en sus plumas nadaban los ojos del mar, abriendo el azulado abanico hipnotizaba las hortencias a la sombra del manzano, arbolito que en el tronco recostaba una foto perdída de una fémina de pequeñisima cintura. Frente a ella magia, trucos e ilusionismo el pavorreal sondeaba. En su cabeza coronada de persa plumaje creyó que el retrato era mujer, y que la mujer deslumbrada lo miraba; Tenorio pavorreal!, que era una foto la Venus que a tus ojos embobaba.
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